#ojo de vidrio
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Mis #5 de "Boquitas pintadas"
#1-En este momento te agarraría de la mano y te llevaría hasta el cielo#o por lo menos ha alguna parte lejos de acá.#2-Lo único que le pido es que si está decidida a no escribirme más#por lo menos me mande esta carta de vuelta#abierta se entiende#en prueba de que la leyó. ¿O será mucho pedirle?#3-En esa calle de Buenos Aires los árboles crecían inclinados#tanto por el día como por la noche. Qué inútil humillación#era de noche#no había sol ¿Por qué inclinarse? ¿Habían olvidado esos árboles toda dignidad y amor propio?#4-Cabe aquí#la reflexión filosófica:#cuántos solemos andar por este histriónico mundo llegando diariamente al final de la etapa sin lograr saber#qué papel hemos estado desempeñando en el escenario de la vida!#5-Me cubrió los ojos un borrón de niebla#me perdí en las sombras oyendo tu voz… y en la soledad de mis tinieblas hoy sólo te puedo llorar ¿y los ciegos lloran? ¿les salen lágrimas#a los que les falta el ojo? ¿y a los que tienen un ojo de vidrio?#Como cien estrellas que jamás se apagan brillan tus recuerdos en mi corazón.
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Something that used to piss me off a lot of a kid and stopped for a while but came back to piss me off now is the lack of action from the people. Eeeveryone is number one when it comes to yap yap yapping online but no one stands up and acts when annoyed!! NO ONE!!!!
You will see injustice and just plain bullshit and it will affect you and it will affect others and yet you refuse to stand up and do something! Everyone is literally so scared of everything nowdays.
AND OF COURSE THAT INCLUDES ME AND I KNOW FEAR CAN BE CRIPPLING BUT WHAT HE FUCK ARE WE DOING?!
Like I'm not telling you go kill that politician I'm telling you stop being scared of conflict and call people out!! Even when it's not serious just!! Do something!! If something annoys you maybe you should fucking verbalize it!!!!
Or, hell, even better, DO SOMETHING TO STOP IT IF PHYSICALLY POSSIBLE!! Like, goddamn y'all.
#luly talks#parecen viejas del barrio viendo a gente hacer cosas malas y yendo ahi como aaay no... y sacudiendo la cabeza daaale!!#DESDE LO MÁS GRANDE HASTA LO MÁS PEQUEÑO LOCO pero tampoco seas como twitter no?#pero en general hablo en general no hablo de pelotudeces onda que se yo. vieron que estoy mirando seinfeld?#hace unos días vi al querido george saltar porque una mina estaba maltratando al pibe y me dejo como 😧PORQUE HOY EN DIA NADIE TIENE HUEVOS#ES COMO DICE MI QUERIDO REVERENDO OJO DE VIDRIO THE MEN ALL TALK KILLED THE MEN OF ACTION 👏👏👏#anyway uh. ihthink i rlly have a fever? or something
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miro mis paredes y veo sujetas en ella pedazos de dolor. someto a mi cuerpo a volver a sentirlo ¿por qué me castigo de esta manera? en mis ojos se proyectan, mismo vidrio —transparente y frágil— los recuerdos que me sostienen.
apoyada en ellos (en retrospectiva) veo peso en mi pecho que mis labios no sabían nombrar y mi cuerpo trataba torpemente de entender d o l o r algo quizá semejante a pronunciar ciertos nombres o tal vez el tener que dejar de nombrarlos.
a día de hoy me duele mi memoria.
Lunes; Cielo V.
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Se me ocurre comenzar desde mis pedazos
desde esta fragilidad que me espanta
hacer un casi poema a tus cabellos entre la quietud que ahora me hace compañía
con mi único índice de aire
y mientras junto otras partes de mi
se me ocurre que aún distante
te puedo poner una flor
de el lado derecho junto a tu oído en agradecimiento a que te quedas en mi pensamiento
cuando la distancia te hace esa prisión de luz y universo
dónde solo eres ese reflejo azul
desde mil galaxias cerrando tu párpado gentil de estrellas
no puedo decirte tanto
tal vez puedas irte te e dicho que da temblor
de que como hacen las palomas en los parques te vayas entre la tarde
por eso adelgazo está voz
cómo la seda del jardín hilo de vidrio y agua esfera larguísima
desde la endija de mis ojos te teje
aún amorosa mi fe
como a un sueño
un sueño llamado tu
mi fe te puede hablar amorosa con toda la libertad de miles de pájaros
yo no puedo me da miedo hablarte de esa palabra roja
y le rogué al poema de rodillas que no te diga tanto entre el solo saludo
solo le dije que está permitido
hablar de la cajita roja
esta prohibido decirte de alguna llama hecha con poemas ardiendo entre la noche
solo yo sé porque no junto con mi emoción que duerme
porque no puedo hacerte poemas tan rojos como el mismísimo centro de esta traslación
de mi latido constante
cómo orilla de agua
.
.
.
Analogía de un sueño llamado tu
Noviembre de 2024
Pastas de gato :feet: :feet: :feet: :feet: :feet:
#poem#poetry#poets on tumblr#poetas méxico#my words#poemas de patas de gato 🐾#poetas en tumblr#palabras sin sueño
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(Des)Horas - Matías Recalt
+18! MeanDom!Mati. Un poco de Brat!Reader, biting, CM/NF, (posible) dacrifilia, marking, sexo sin protección (kind of/mención de anticonceptivos orales), spanking, spitting, spit kink, breve aftercare, edades no especificadas. Uso de español rioplatense.
Y cuento las horas Que no pasé a tu lado Son como hojas de un papel En blanco
El tren avanzaba con un suave balanceo sobre los rieles mientras observabas la forma en que el mundo exterior comenzaba a despertar.
El cielo todavía era de unos pálidos tonos grises y azules cuando en el horizonte vislumbraste los primeros rayos de sol, los cuales comenzaron a cegarte una vez que el vidrio empañado por el frío de la madrugada se despejó.
Los árboles bordeando las vías y las siluetas lejanas de algún pueblo eran una constante promesa de serenidad que hacía que tus músculos se relajaran, por no mencionar el ruido mental ahora nulo.
Contabas en voz baja cada camino de tierra serpenteante, los destellos de agua aquí y allá, las suaves colinas cada vez más pronunciadas.
-Veo, veo.
Parpadeaste rápidamente.
-¿Qué ves? - preguntaste sin dejar de admirar el paisaje.
-Alguien con cara de culo.
Volteaste para centrar tu atención en Matías, sentado frente a vos, sosteniendo su teléfono en una mano y el termo en la otra. Estaba concentrado en la pantalla, en lo que fuera que estuviera viendo allí, pero de todas formas se tomó el tan arduo trabajo de apreciar tu semblante para molestarte.
-Tengo sueño- explicaste, pasándole el mate que sostenías hacía siglos-. Y me colgué.
-Me di cuenta- dijo y arrojó el teléfono sobre su regazo-. Falta poco.
-Mentiroso.
Una advertencia cruzó su mirada, pero su postura permaneció igual de desenfadada y mientras jugaba con la bombilla del mate (curioso, pensaste, porque siempre te decía que no hicieras eso) examinó el resto del vagón vacío.
Llevaban horas sentados en la misma posición y el cielo, estrellado e iluminándose cada vez más con el correr del tiempo, era la única compañía.
-¿Querés dormir? Te despierto antes de llegar- ofreció mientras hacía lugar en el asiento disponible con lo que él creyó era el mayor disimulo.
Te divirtió recordar su audible protesta cuando ocupaste el asiento frente a él y la sutil sugerencia que te hizo sobre tomar su lugar: esto le habría permitido estar a tu lado sin delatar sus deseos, pero sabés que también le gusta estar junto a la ventana y por eso la rechazaste. Te pareció tentador dormir sobre su regazo o en su hombro, pero también molestarlo.
-Bueno.
Mientras recogía sus cosas para hacerlas a un lado, con una sonrisa de satisfacción que intentaba ocultar, buscaste una posición más cómoda en tu lugar y cerraste los ojos. Luego de unos instantes de tenso silencio volviste a abrirlos para encontrarte con su cara de molestia y sus ojos fijos en la pantalla del dispositivo nuevamente.
Una risa escapó de tu boca.
-Sos una boluda.
-No te enojes, tonto- estiraste una pierna y tocaste con tu pie descalzo su rodilla-. Vos siempre me hacés lo mismo y yo no me enojo.
-Es diferente.
Capturó tu pie y comenzó a masajearlo distraídamente.
-¿Qué vamos a hacer cuando lleguemos?
-Vos, dormir.
-¿Y vos?
-No sé.
Ignoraste su intento de despertar tu curiosidad y obligarte a preguntar. Él continuó con el masaje en silencio, procurando ayudarte a relajarte porque sabía que necesitabas dormir –consciente de los días que llevabas sin pegar ojo–, fingiendo abstraerse en el paisaje del otro lado de la ventana y en los asientos sin dueño.
El silencio del ambiente y sus manos sobre tu piel eran como un somnífero y tus ojos se cerraban en contra de tu voluntad una y otra vez, tu cabeza caía repentinamente en más de una ocasión y él reía en silencio cuando te veía despertar sobresaltada. No recordaba cuándo fue la última vez que te vio batallar tanto para mantenerte despierta.
-Vení acá, dale.
El tono de su voz era firme y notaste un deje de preocupación que rara vez te permitía oír. Dejaste en tu asiento tu mochila y tu teléfono, como si existiera la mínima posibilidad de que alguien fuera a ocuparlo por accidente en caso de estar vacío, y cuando te sentaste a su lado tu cuerpo se mantuvo tan cerca del suyo como era posible.
-Despertame antes de llegar- le recordaste-, no quiero olvidarme nada.
Besaste su mejilla y cuando te recostaste sobre su hombro él besó tu cabello. Los minutos pasaron y Matías podía sentir la manera en que te relajabas, oír tu respiración ralentizándose y sentir la tensión abandonando tus dedos, cerrados débilmente sobre su brazo, pero sabía que aún estabas muy despierta y que probablemente no fueras a dormir en lo absoluto.
-¿Escuchamos música?- propusiste cuando ya llevabas varios kilómetros recostada en su hombro. El cielo vestía ahora con tonos rosados y los girasoles cobraban vida nuevamente-. ¿Mati...?
Estaba dormido.
Cuando te reincorporaste, lentamente y cuidando no despertarlo, permaneciste en tu lugar para contemplar su perfil. Mientras dormía juraste que podía ser un ángel, alguien diferente, sereno y desprovisto de sarcasmo, pero no estabas segura de querer que fuera así... Porque también era un ángel cuando te ordenó ponerte de pie cada dos horas -molestándose porque intentaste negarte y amenazando con castigarte- para recorrer el vagón.
La primera vez que preguntaste, cuando te hizo dejar tu asiento durante un vuelo, la única explicación que recibiste fue algo entre las líneas de “las pastillas”. No comprendiste qué intentaba decir y cuando te inclinaste hacia él para preguntar, argumentando que te sentías perfectamente bien, su respuesta fue:
-Porque yo lo digo. Punto.
Más tarde ese mismo día, en uno de esos escasos momentos en los que expresa verbalmente los motivos que lo preocupan, explicó que intentaba asegurarse de que no sufrieras una trombosis. Intentaste no reír por su expresión de horror y besaste su mejilla, conmovida por un detalle tan pequeño pero valioso, mientras él –avergonzado– intentaba apartarte.
Volviste a recostarte sobre su hombro, todavía recordando ese momento. No dormiste.
Horas más tarde llegaron a destino y se registraron en el hotel que Matías escogió sin comentarte los detalles. Mientras él se encargaba del papeleo vos te perdiste observando los cuadros expuestos en el salón principal, leyendo las inscripciones que los acompañaban, memorizando a través de las ventanas los detalles en el interminable y vacío jardín.
Durante el desayuno, con sus teléfonos apagados y olvidados intencionalmente en la habitación, te prohibió tomar café. Intentaste confiar en él y no protestar porque, después de todo y sin importar sus métodos, Matías sabe qué es lo mejor para vos... pero tu rostro te traicionó.
-¿Qué te pasa?- preguntó mientras sorbía de su taza.
-¿Por qué no puedo?
-Quiero que duermas bien esta noche.
-Son las diez de la mañana, Matías.
-¿Y…? Te conozco.
Escogiste morderte la lengua en lugar de argumentar en su contra y en tu mente se sucedieron las imágenes de los últimos días: café o una bebida energizante por la mañana, cerca de media tarde y también cuando el reloj marcaba las siete. Matías se aseguró de vigilarte, pero cualquier mínima oportunidad que tenías, la tomabas. Literalmente.
Tu novio dejó pasar tus contestaciones malhumoradas y tus expresiones de molestia, consciente del efecto de la falta de descanso, esforzándose por distraerte con las actividades del lugar y arrastrándote con él para una larga caminata. Si conseguía agotarte lo suficiente para que tomaras una siesta, su plan podría considerarse un éxito.
Estaba convencido de que lo había logrado hasta que salió de la ducha cerca de las cinco. Encontró la habitación vacía, la cama fría como evidencia de que te habías marchado hacía tiempo –y en absoluto silencio, tenía que reconocer tu habilidad-; depositó sobre la pequeña mesa de noche el vaso donde colocaron las flores que recogiste mientras caminaban, ahora colmado con agua, y abandonó la habitación.
Te sorprendió en el jardín, ocupando una de las mesas más lejanas y tecleando rápidamente sobre la pantalla de tu celular, en trance. Sobre el cristal descansaba una taza y Matías supo de inmediato que contenía restos de café. Tomó aire antes de recorrer la distancia que los separaba y carraspear para llamar tu atención.
-¿Qué?- preguntaste con fingida inocencia.
-¿Qué hacés?
-Nada.
Fue su turno de morderse la lengua.
-¿Estaba rico el café?
-Re.
Volteó para corroborar que nadie estuviera cerca.
-Escuchame una cosa- dijo mientras tiraba de tu cabello para obligarte a mirarlo-. ¿Yo no te dije que…?
-Tenía sueño.
Tiró más fuerte y evitaste quejarte. No querías darle la satisfacción.
-¿Y por qué no te quedaste durmiendo?
-No podía.
Te soltó bruscamente y tomó tu teléfono. Permaneciste en silencio sólo por la amenaza que dejaron entrever sus ojos, en el brillo de sus pupilas la promesa de una noche interminable, pero aún así resultaba tentadora la idea de seguir provocándolo, exigirle que te entregara tu teléfono, enloquecerlo en frente de otras personas, hacer que centrara toda su atención en vos.
Qué bueno que no lo hiciste, pensás ahora, porque no creés soportar más que esto.
En algún momento dejaste de contar las nalgadas, perdida en un mar de lágrimas y súplicas, pero Matías encontró una solución rápida y eficiente para no tener que escuchar tus lamentos: te despojó de tu ropa interior, que ya relucía con las gotas de tu excitación, para luego introducirla en tu boca.
De vez en cuando finge sentir compasión y sus manos se deslizan, con cariño y cuidado, sobre tu piel ya sensible; luego de unos segundos recuerda el café, la manera en que le faltaste el respeto desafiando su autoridad, ignorando y arruinando sus intentos de cuidarte, y reemplaza las suaves yemas de sus dedos con sus uñas no tan cortas para hacerte llorar.
Ignora tu cuerpo tiritando sobre su regazo y continúa sosteniendo tus muñecas contra tu espalda, empleando más fuerza de la necesaria. No le preocupa que te resulte doloroso, obvio, porque no le importa provocarte dolor y la prueba de ello son también los golpes en la parte posterior de tus muslos. Es una zona que procura evitar, consciente de cuánto cuidado necesitará posteriormente, pero…
-Cómo te gusta romperme las pelotas- reclama-. Siempre lo mismo con vos.
Por fin suelta tus muñecas, regocijándose con un último golpe que impacta entre tus muslos, para luego manipular tu cuerpo de manera brusca y arrojarte sobre el colchón. El impacto te hace quejarte y retirás la prenda de tu boca, sin ser consciente de lo excitante que es para tu novio ver que esta está empapada con tu saliva.
Las lágrimas se deslizan por tus mejillas como un río y caen directamente sobre las sábanas cuando las mordés, esforzándote inútilmente por soportar el ardor que recorre todas las zonas que Matías marcó sin consideración. Escuchás el lejano sonido de su ropa y suspirás, pero el alivio es fugaz porque pronto lo sentís sentándose sobre tus muslos.
Aún lleva puesto el pantalón y el material reaviva el fuego en tu piel.
-Calladita- ordena.
Tomás aire y reprimís un gemido cuando desliza su punta entre tus pliegues húmedos, presionando sobre tu entrada por unos pocos segundos, como una advertencia, para luego enterrarse en tu cuerpo con una estocada que te corta la respiración. Golpeás el colchón con tu puño y sentís su respiración golpear tu oreja cuando ríe, encantando con tu reacción.
La piel sensible de tus muslos arde tanto o más que tu entrada y tu interior estrecho –no importa, tu cuerpo siempre hace lugar para él- o tus ojos.
Matías te concede un momento, probablemente para cerciorarse de que podés con esto, pero pronto se deja caer sobre tu espalda y te sorprende con movimientos profundos y un ritmo que pretende torturarte más que otorgarle placer.
Es un castigo, lo sabés en cuerpo y alma, pero junto con tus lágrimas se escapan también un sinfín de gemidos. Su miembro llenándote por completo hace desaparecer el recuerdo de todas las noches que pasaste intentando satisfacer tu necesidad con tus dedos o con los diferentes e inútiles juguetes que sólo lograron frustrarte más.
Gemís su nombre una y otra vez y él muerde tu cuello. Tus paredes se contraen en torno a su miembro y su ritmo se vuelve irregular, jadea contra tu piel antes de liberarte y besar tu cabello entre suspiros; es algo que normalmente evitaría, siempre reacio a demostrarte cuánto poder tenés sobre él, pero todo el tiempo que pasaron lejos del otro también pesa sobre sus hombros.
Jurás que podés sentir las venas que recorren su extensión y la casi inexistente curva que provoca que roce tu punto dulce de manera constante. Intentás contenerte, fingir que todavía no delataste cuánto lo estás disfrutando, porque sabés que en cualquier momento podría retomar la sesión de spanking sin importarle cuánto necesita utilizar tu cuerpo. O peor.
Sus movimientos son lentos pero profundos, su punta besando tu cérvix y estimulándote sin más esfuerzo. Y aún así no es suficiente. Matías percibe la histeria, el hartazgo y tu impaciencia, todo con sólo observar la forma en que mantenés los ojos fijos sobre la pared frente a ambos.
Sabe que intentás sacar ventaja de la situación en lugar de empeorarla. También sabe que no podés. Sos más débil que él.
-Mati…
-No, callate.
-Pero…
-¿Qué?- pregunta casi en un grito-. ¿Qué querés?
Escondés tu rostro entre las sábanas y gemís.
-Más- suplicás moviendo tus caderas. Cuando rodea tu cuello con su brazo agregás:- Ya sé que estás enojado, pero…
Su mano impacta contra tu mejilla y te obliga a mirarlo. Ejerce presión hasta que tus labios se separan en contra de tu voluntad y sin pensarlo dos veces escupe en tu boca, sin permitirte tragar y disfrutando ver cómo parte de su saliva cae por la comisura de tus labios hasta tu mentón. Cerrás los ojos y sacude tu rostro con fuerza. Su miembro palpita en tu calidez.
-Sólo por esta vez.
Abrís los ojos, desconcertada, pero comprendés el porqué de su generosidad en cuanto abandona tu interior y se arroja de espaldas contra las almohadas.
Señala su regazo, invitándote, tentándote con su erección que brilla y gotea con la excitación de los dos –manchando su ropa de una forma que te hace morderte el labio-, pero no podés evitar mirarlo con recelo porque sabés cuánto va a doler.
-Elegí- dice sin dejar de mirarte a los ojos-. Esto o…
Dirige la mirada hacia las cuerdas que dejó junto a tus flores. No, negás rápidamente.
Toma tu cintura cuando te posicionás sobre él y sonríe (arrogante, hermoso, insoportable) mientras sigue tus manos temblorosas guiándolo hacia tu entrada. Te dejás caer hasta que su miembro desaparece casi por completo en tu interior y buscás apoyo en su pecho desnudo, el ritmo de tus caderas creciendo gradualmente.
Arroja la cabeza hacia atrás y sus uñas se clavan en tu piel.
El orgullo que llena tu pecho no es suficiente para olvidar el maltrato sufrido bajo sus manos y tus sollozos resuenan en la habitación junto con los obscenos sonidos de humedad provocados por sus cuerpos allí donde se unen. En otro momento un castigo sensorial sería la peor de las condenadas pero, después de semanas sin verse, te parece la mejor recompensa.
El placer nublando tu juicio no te permite saber que estás llorando y tampoco te deja ser consciente de la fuerza con la que te movés sobre Matías. Sólo sabés que se siente muy bien y lo repetís un centenar de veces, rogando porque él comprenda lo que intentás comunicar cuando tus palabras se cortan por tu respiración desesperada y errática.
El vaivén de tus pechos llama su atención y se felicita mentalmente por haberte despojado de toda tu ropa, -tu cuerpo desnudo resaltando todavía más tu vulnerabilidad y entrega- complacido por la facilidad con la que le permitís tomar el control. Ojalá eso bastara para perdonarte por desobedecerlo, ¿no?
-¡No!- te quejás cuando su palma golpea uno de tus pechos, dirigiéndose hacia el otro rápidamente-. Me duele, Mati, no…
-¿Y?- tira de tus pezones con fuerza y tus lágrimas caen sobre su abdomen. Puede sentir tus uñas rozando su piel-. Jodete por no hacer caso.
Interrumpís tus movimientos en un intento de detenerlo, esforzándote inútilmente en concentrar todas tus fuerzas para impedir que continúe con sus acciones, pero es más rápido, más ágil, más fuerte, así que capturar tus muñecas para él no es más que un juego. Tira hasta que terminás recostada sobre su pecho y planta firmemente sus pies sobre el colchón.
Gritás contra su clavícula cuando comienza a abusar de tu interior, aún sujetando tus muñecas entre su pecho y el tuyo mientras recorre con su otra mano la zona de tus costillas, tu cintura, tu cadera, finalmente encontrando su lugar en la parte posterior de tu pierna para dejar allí su huella.
Mordés su hombro para contenerte cuando el roce constante de su pelvis contra tu clítoris amenaza con llevarte hacia el orgasmo. Tus paredes se contraen aún más, succionando su miembro con desesperación, prácticamente imposibilitando sus movimientos, pero Matías continúa con su ataque sin importarle nada más.
Intentás preguntar, un hilo de palabras indescifrables dejando tus labios junto con su nombre y unos suspiros delirantes, pero no estás segura de su respuesta hasta que sentís sus labios besando delicadamente tu mejilla. Un acto de misericordia que termina por desdibujar la línea que separa el dolor del placer. Te desborda.
Los nervios de tu cuerpo son fuego puro y su miembro todavía deslizándose entre tus paredes –imposiblemente apretadas, calientes, más húmedas que nunca- es combustible. El ruido de piel contra piel es nulo cuando tus gritos eufóricos llenan la habitación, seguidos de unos patéticos sollozos acompañando su nombre y ese par de palabras que tanto disfruta oír.
Te amo jura contra tu cuello. No está seguro de que en tu estado lo comprendas.
El violento palpitar de su miembro es la única advertencia que recibís antes de sentir los hilos de semen que brotan, caen y te marcan como suya una y otra vez. Gemís y buscás sus labios, desesperada por un poco más de contacto, besándolo con voracidad.
Te obliga a romper la distancia para ayudarte a regular tu respiración. Tus ojos aún están repletos de esa bruma, tu razonamiento luchando por retomar el lugar que le corresponde.
-Perdón- decís contra sus labios-. Perdón, perdón, perdón.
-Ya está, ya pasó.
Sus nudillos acarician tu pómulo con suavidad, un roce casi inexistente, antes de que su palma acune tu rostro y sus dedos desaparezcan en tu cabello.
-Te extrañaba mucho.
-Yo también- seca una lágrima de tu mejilla y suelta una risa-. Sabés que podías decirme, ¿no? En vez de portarte como el…
-Sí- lo interrumpís-, pero llegaste del viaje re cansado y no quería hacer que te canses más.
Finge indignación.
-Dejame que te cuide, ¿sí?- besa tus labios ante tu protesta cuando se desliza fuera de tu interior-. Vos no tenés que preocuparte por nada.
Ignora su liberación goteando por tus muslos mientras te conduce lentamente hacia la ducha, también tu saliva secándose en su hombro y tus lágrimas aún frescas corriendo por su torso, porque no cree ser capaz de controlarse en caso de prestar atención a esos detalles.
Odia recordar que pasaron tanto tiempo separados, sí, pero el consuelo es poder recuperarlo de esta manera.
Masajea tus hombros, tu espalda y tus piernas mientras el agua caliente corre por tu cuerpo, llevándose los vestigios de la noche y actuando como somnífero; besa tu piel con una dulzura exagerada, deteniéndose en las marcas que dejó, capturando juguetonamente entre sus dientes la carne de tu cadera, tus brazos, tu mejilla y tus labios.
Matías percibe el agotamiento en tu rostro y en tus respuestas letárgicas mientras sus dedos recorren tu piel para deshacer el bálsamo. La impronta de rojos y violetas que su mano dejó en tu cuerpo tardará en desaparecer, un no-tan-sutil y firme recordatorio de porqué siempre tenés que confiar en sus órdenes y ser paciente. Finge que no considera otro castigo para los días venideros.
-Tengo sueño- susurrás cuando se desliza bajo las mantas.
-Me di cuenta.
-¿Mañana podemos dormir hasta tarde?
-No.
-¿Por qué?
-Tenemos un taller de cerámica a las nueve.
-¿Tenemos?- soltás una risa de escepticismo-. ¿Vos haciendo cerámica?
-¿De qué te reís? Vos nunca hiciste.
-No, pero…
-Callate porque te hago cosquillas- amenaza.
Besás su mejilla.
El alivio lo recorre cuando minutos más tarde nota que estás, por primera vez en muchos días, profundamente dormida.
Dejo por acá esta historia que quedaba pendiente porque es de mi agrado informarles que... ✨por fin se me cayó una idea✨, así que ya voy a dejar de robar con publicaciones atrasadas. Espero que les guste y sí, ya sé, tengo que dejar de relacionar a Matías con Babasónicos 😔
taglist: @recaltiente @chiquititamia @delusionalgirlplace @llorented @madame-fear @creative-heart ♡
#deep inside - love letters#matias recalt#matias recalt smut#matias recalt x reader#lsdln cast#lsdln smut#lsdln x reader
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Dime, solo dime
Cómo quieres que mis memorias contigo se vayan si:
Nuestras risas se siguen escuchando en las estrellas,
Los recuerdos vienen a mi mente y hacen que mis ojos estén en un mar de tristeza
Hace que mis lágrimas brillen más que el vidrio
Hacen que mi mente no sé concentre en nada más que en ti
Hacen que mi corazón quiera olvidar todo el daño que me has causado...
-Desorden-en-alma
#frases#citas#notas#escritos#textos#pensamientos#latinoversos#sentimientos#en tu orbita#fragitados#agosto2024#Desorden en alma#Fragitados
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Nostálgico | S.G
| Sinopsis: Geto Suguru siempre busca alguna forma de llevarte siempre donde el quiere. |TW: Menciones de relación toxica, Nsfw suave, ANGST. Basado en esta canción de Rvssian y Rauw Alejandro.
El suave eco de el chirrido de la puerta de tu departamento cuando se abrió sonó mas aturdidor de lo normal, cuando la figura escultural, alta y mojada por la lluvia de Suguru se asomó por el porche.
Hey— Lo escuchaste decir con voz suave y ronca.—Necesitaba verte.
Las memorias de todas las veces que estuvieron juntos, desde el momento en el que te pidió un beso inocente, hasta la manera en la que decidió dejarte sin nada el día en que se fue, comenzaron a flotar por tu cabeza una y otra vez, repitiendo el mismo dolor en el pecho.
Tu, ¿es enserio? ���Dijiste casi molesta. Siempre era la misma situación, el se iba, te dejaba lastimada y luego regresaba con esos ojos tristes, pidiéndote disculpas por como se comportó.
“Escúchame por esta vez, ¿si? prometo que no insistiré…”
Y ahí estabas, de nuevo, mirando a Suguru llorando y disculpándose de nuevo por vaya a saber Dios cuantas veces en el mes.
“Te juro que mi intención no era hacerte daño…. Lo juro…”
“¿Porqué siempre vuelves cuando estoy comenzando a superarte?” Dijiste suavemente en un susurro, casi evitando las ganas de llorar. Suguru iba a responder pero lo interrumpiste de nuevo. “Porque cada vez que regresas llorando, con tus pequeños ojos cansados tengo que perdonarte?” Eras demasiado paciente, pero hasta tu tenias tus limites, Suguru probablemente se había acostumbrado a este ir y venir, pero para ti, ya rozaba el dolor físico cada que el se iba, porque tu realmente lo amabas, con todo y sus defectos, pero al parecer el solo te prestaba su amor por un rato.
“Mi amor, lo lamento, ¿si? No quiero dejar de verte, sabes que te amo, no podemos terminar así….” La tristeza que sentiste en ese momento cuando escuchaste sus palabras, te hizo dudar en si caer de nuevo en su juego.
Era tan fácil caer por Suguru, tan fácil, que incluso con verlo, sabias que estarías a sus pies, rogándole que no se fuera de nuevo.
Y entonces, cuando volviste a abrir los ojos, todo se volvió borroso, estabas por llorar.
Sentiste como sus manos te tomaron a cara, casi como respondiéndote que todo estaría bien. viste sus ojos violeta, ligeramente enrojecidos por llorar, miraron los tuyos. Y entonces no hubo marcha atrás.
Estabas atrapada entre sus brazos en la ducha de tu departamento, gimiendo y tomándote de su cuello para sostenerte mientras el se movía suave dentro de ti.
Las palabras sucias y calientes que te susurraba al oído, te envolvieron completamente, dejándote en un haz de estasis puro. La forma en la que el cuerpo de Suguru se acomodaba perfectamente con el tuyo era casi hipnótica, la manera en la que las gotas de agua los bañaban a ambos y como los vidrios de el baño se empañaban te tenían en una burbuja de placer que ni siquiera tu podías evitar.
No sabias porque seguías regresando a el, a la manera tan toxica en la que ambos Vivian, era a algo que ya te habías acostumbrado. “Al final no tengo problemas con estar acostándome con el, siempre y cuando lo tenga para mi sola, tengo otra oportunidad para darle lo que es de el” Te repetiste una y otra vez en tu cabeza, mientras te tenia tomada fuerte de las caderas y el sonido de ambos cuerpos chocando contra el otro, mojados, volvía a inundar tus oídos.
“No puedo creer que me convencieras de nuevo” Dijiste entre gemidos mientras el te susurraba ñoñerías amorosas al oído.
“Sabes que no puedes resistirte…” El respondió con voz ronca y cargada de deseo y lujuria.
Era cierto, lo quería de vuelta y eso era lo que me condenaba a siempre perdonar absolutamente todo lo que el hiciera. Sus ojos me engañaban cada vez, cada que intentaba flotar, el regresaba y me hundía de nuevo con el, y ese ya era problema mío. No de el.
#jjk español#jujutsu kaisen x reader#suguru smut#suguru x oc#suguru geto#jjk geto#geto x reader#jujutsu kaisen headcanons
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Con M de masoca.
Soy ese faquir que a ojos vendados se pone en el paredón de tu espalda, y te lanzo dagas despechadas encendidas, que se devuelven e incrustan en cada uno de los argumentos que tengo en tu contra. Nada sale de mi boca entretenida en tu silueta. Me gusta jugar con fuego, pero me arde ser una ficha más de tu juego. Me trago el vidrio molido de tu ausencia aleatoria; duermo en esa cama de clavos que es tu indiferencia, hasta que te veo otra vez descalza sonriéndome para desatar mi euforia. Soy el payaso masoquista que se repite la misma broma a sí mismo una y otra vez, creador autodidacta de múltiples formas de mortificaciones culposas, como marioneta voluntaria que se ata de pies y manos a tus caprichos, soy el verdugo que pone todas las razones contundentes para odiarte en la guillotina de tus labios, caen decapitadas cuando me besas, autor y cómplice de todo lo que me aqueja, maldito victimario. Me enredo entre tus brazos y es poner la soga en mi cuello, una horca para todo lo que de ti enjuicio, abstinencia con la voluntad dormida para tanto vicio, titiritero de un corazón que como autoflagelo aun suspira, todo un muñeco vudú para clavarme tus mentiras, serpiente que se traiciona al morderse, que se arrastra entre tus piernas para repetir el desenfreno, para seguir intoxicado y vivo en tu veneno.
Memoria Selectiva.
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Sin motivo
En algún lugar, dentro de una silenciosa habitación, un hombre de aproximadamente 50 años se encontraba admirando su propio reflejo, con solo un short rosa encima.
-- Ufffffff. El rosa definitivamente es tu color
Dijo el hombre a su reflejo con una profunda y seductora voz, rompiendo la calma del lugar. Su cuerpo reaccionó instintivamente ante ese estímulo auditivo, comenzando a concentrar su circulación hacia su miembro, que había comenzado a crecer lentamente.
El hombre maduro contemplaba su reflejo, totalmente hipnotizado por la forma en que el short rosa resaltaba sus fuertes rasgos. La tela se ceñía perfecto a su redondo trasero. Los años de ejercicio habían dado excelentes resultados. Pero sin duda, lo que más le encantaba de esa prenda, era como marcaba perfectamente el contorno de su pene. Aún sin estar completamente erecto, se podía apreciar perfectamente su figura a través de la tela tensionada.
-- Definitivamente usaré estos en mi siguiente salida jeje
Dijo el hombre mientras le daba un buen apretón a su nueva verga, haciendo que más sangre fluyera hasta el enorme trozo de carne. La sensación de su miembro en crecimiento, presionándose cada vez más dentro de la tela, era un estímulo erógeno tan intenso para el hombre, que casi comenzaba a masturbarse en ese momento. Como le fue posible, reprimió ese impulso y continuó solo con el espectáculo visual, pues aún no era el momento oportuno para tal acto.
Aún sin apartar la vista del espejo, el hombre le dio a sus bíceps una buena y sensual flexión, antes de poner sus manos en la parte posterior de su cabeza, dejando sus axilas peludas al alcance de su rostro. Lentamente, la nariz del hombre se introdujo en la mata de vello axilar, y dando una fuerte y profunda inhalación, llenó sus pulmones con su aroma masculino. Era un olor sumamente exquisito, la perfecta combinación entre sudor de un largo día de trabajo y la fuerte colonia que tanto amaba.
-- ¡Joder, qué olor! Es tan delicioso. Apuesto a que todos los tipos en el club se pelearán por meter sus caras aquí, ¿No lo crees papá?
El hombre habló sin dirigir sus palabras a nadie en particular. Se dio vuelta sobre su propio eje, volviendo la vista a una pequeña pecera en su escritorio. Dentro del contenedor de vidrio había una especie de baba color verde. Esta baba no paraba de pegarse en las paredes de su prisión, en una serie de torpes y fútiles intentos de escapar. La baba no tenía ojos ni oídos, pero el hombre sabía que su espectáculo narcisista estaba siendo apreciado por el indefenso ser.
La baba, que hasta hace algunas horas había sido un ser humano, observó impotente y horrorizado como su propio hijo utilizaba su cuerpo y lo transformaba en un juguete sexual.
-- Es una lástima que un cuerpo tan bonito como este se haya desperdiciado tantos años en alguien como tú, papá. Pero ahora que yo estoy al mando, está hermosura recuperará ese tiempo perdido.
El hombre se colocó nuevamente frente al espejo. Dándole a su reflejo una sonrisa pícara, el hombre colocó ambas manos en sus caderas, tomó el elástico del short, y con un movimiento rápido hizo descender la prenda por sus gruesas y peludas piernas, hasta llegas a sus tobillos, revelándose así su grueso y palpitante pene. El hombre miró curioso su miembro viril, y en su mirada podía apreciarse un brillo particular de emoción. Aún en ese rostro marcado por arrugas, y con esa espesa barba blanca que reflejaba el paso de los años, la expresión que tenía el hombre era, sin duda, la misma que tiene todo adolescente cuando descubre que el trozo de carne entre sus piernas no sirve únicamente para orinar.
-- Soy tan sexy. Lo único que podría mejorar este cuerpo aún más serían algunos tatuajes. Pero eso ya lo pensaré mejor en otro momento. Por ahora, debo encargarme de tu pequeño amigo acá abajo
La baba comenzó a golpear frenéticamente los cristales de la pecera, mientras veía como el joven al que tanto quería, tomaba su cuerpo y lo utilizaba como un mero objeto de placer. La baba desconocía el motivo por el cual su hijo había decidido robar su cuerpo y su vida. Por más que lo intentaba, no encontraba una razón para esta locura. Solo podía pedir desesperadamente que todo esto se tratara solo de un mal sueño, la peor de sus pesadillas, y que pronto despertaría con el control de su cuerpo. Pero ese pensamiento esperanzador se disipaba con cada segundo trascurrido.
En la habitación se escuchaban gemidos y gruñidos guturales, similares a los de un animal en celo.
-- !!OH SI, ME CORRO PAPÁ, ME CORRO CON TU VERGA¡¡
Tras pronunciar esas palabras, el cuarto nuevamente fue llenado por fuertes gemidos, reflejo del placer que experimentaba el hombre en ese instante. Desde la punta de su pene, hilos blancos de semen salieron disparados con tal intensidad, que todos llegaron hasta el espejo. Solo las ultimas gotas blancas alcanzaron los pies del hombre. La habitación había recuperado su quietud. Poniéndose de rodillas en el suelo, el hombre gateo hasta el espejo y lamio todas y cada una de las manchas blancas en su superficie. Cuando terminó, el espejo lucía aún más limpio que antes de haberlo manchado.
El hombre se puso de pie nuevamente, recogió el short rosa del suelo y tomó una playera de la canasta de ropa sucia. Antes de ponerse las prendas, las acercó a su nariz y dio una profunda inhalación. Parecía disfrutar del olor que emanaba de esa ropa. Terminó de alistarse con algunos accesorios que había comprado previamente y antes de partir, se paró nuevamente frente a la pecera.
-- Bueno papá, te veo luego. Ya es momento de que el mundo conozca al "tú" 2.0. Seguramente traiga algún invitado cuando vuelva, si te portas bien podría considerar dejarte intentar tomar un nuevo cuerpo. Hasta entonces, no te muevas de ahí jajajaja
El hombre salió de la habitación con una enorme sonrisa. A decir verdad, su futuro era incierto, no tenía idea de cómo iba a sobrevivir teniendo que hacerse completamente responsable de toda esta nueva vida. Pero si algo tenía de sobra era actitud. El hombre estaba listo para devorar al mundo, y también todos los culos que se atravesaran en su camino.
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Crítica de Cuicos
Inicialmente, pensaba ponerle a esta basura de sub-columna de opinión “crítica de oligarcas” pero la verdad que haciendo memoria de mis anotaciones inexistentes, me di cuenta en un contexto internacional (americano al menos) que todos los países poseen gente adinerada con una concepción irreal de la vida y que se creen socialistas porque dan limosna en el supermercado o de derecha porque tenían un abuelo milico, que en realidad se sacó el servicio, pero era super patriota.
La diferencia es el grado de imbecilidad por centímetro cúbico de materia gris de nuestras basuras potentadas y, sobre todo, su carencia de buen gusto.
En Chile, como en ningún lugar, nuestra disque aristocracia está poblada por la más selecta curia de parásitos nepotistas que, como si fuera poco, carecen de cualquier educación más allá de hacer plata, lo que se ve reflejado en el grado de contibución social que tienen sus acciones.
Ojo, no estoy diciendo que esté en contra de la gente que tiene plata y que puede esclavizar a otros a costa de su potestad empresarial. No, eso me parece hasta lógico en una sociedad que siempre ha buscado autocanibalizarse desde tiempos inmemoriales. Están en su derecho. El problema es cuando ese tipo de mierda de gente, que tiene la capacidad de construir y, por tanto, definir nuestros espacios públicos y la cultura, con raja sabe que es un puto jarro pato (si ud. no sabe, o es extranjero o viene de un colegio público muy malo).
¿Han pensado que Chile, o sea, Santiago podría tener una zona histórica más grande?¿Saben por qué no la tiene? Porque los aristócratas de la ��poca encontraban que era un gasto de plata innecesario tener una ciudad como la gente y le dijeron a Benjamín Vicuña Mackena que se chupara el pico. Claro que este viejo de mierda tampoco era ningún santo y por él hubieran quemado a todos los indios y mestizos de América, cosa que apoyamos pero no hay para que alumbrarse.
Eso explica porque el 90% de la ciudad es desechable y cada vez se construyen más mierdas de vidrio que hacen parecer la ciudad como un enorme baño de motel. Porque los cuicos no tienen pico idea de gustos, porque son unos copiones de mierda.
Miren como se visten ¿Han visto un argentino cuico vestido con pantalones caqui y chalequito rojo? ¡NINGUNO! Los hueones andan vestidos ¡como la gente!. Y eso que son argentinos. Lo mismo en Perú o Colombia. En Brasil no porque allá todos se visten como el pico y no entiendo como mierda tienen un Fashion Week.
Pero ya, ahí están los edificios de mierda. Algunos son hasta bonitos. Pero ahora les ha dado con poner esculturas, y ahí la hueá se vuelve borrascosa. Primero ¿Quién le confiaría en su sano juicio el espacio urbano a un hueón que se peina como se peina De La Maza en Las Condes? El conchasumadre además de construir una mierda de “Centro Cívico” donde limpian el piso cada 10 minutos y cierran el paso, le dió por poner una esculturas que parece las sacaron del decorado de una película B de Tim Burton. Una mierda, y sin preguntarle a nadie, en un espacio donde claramente no caben.
Y ahora les ha dado por dárselas de cineastas y estamos llenos de rechuchasumadres haciendo películas de mierda, y otra no menor manga de hijos de puta chupándole la corneta a estos indies de mierda.
Sépanlo: Son MALAS sus hueás y por eso no ganan más premio que el que alguien se digne a dar las cagadas.
Finalmente, lo europeo. ¡CONCHATUMADRE, QUE NO SOMOS EUROPEOS POR LA REPUTA! Hasta el cuico más cuico de Chile tiene cara de… como decirlo sin que suene ofensivo: CHILENO. Me cago en que su familia venga de la nobleza del principado de la condeza Melasoba. Nació en Chile, es CHILENO. Con todo lo malo, que no es poco, pero chileno al fin y al cabo.
Además, que tanta hueá: Nuestros oligarcas son unos ignorantes de mierda. Hasta un mozo hediondo de un café parisino sabe más de cultura general e idiomas que un cuico promedio, y hasta se viste mejor. Y huele, parecido. Así que dejen de creerse la chancha con más tetas que si al fin y al cabo la mayoría son unos POBRES RECULIAOS que con raja tienen plata pa’ comer y cuya vida se desarrolla básicamente en dos etapas: Previo a la herencia y Post-Herencia. Es decir: Viven como la gente y con plata de verdad SOLO después de los 40 años.
Porque hay que decirlo y que nadie me diga que es tollo: no hay hueón más sablero, pobre y sin aspiraciones más allá que la coca que un cuico pre-cuarentas.
Lo otro: Los pechoños. Puta, yo no tengo problema con las creencias de nadie mientras no me diga cada 5 minutos que cree en Dios o en abraxas o la hueá que ud. guste. Guárdeselo. De preferencia, cállese. Si ud. cree en Dios, ÉL lo sabe. No es necesario que los demás sepamos que ud. es un conchasumadre que es capaz de pelar y cagarse a todo el mundo por plata para que, al final del día, crea que el tatita lo guardará en su santo reino. EN SU SANTA PIJA SE LOS VA A SENTAR, hueones sin calidad humana!
Porque primero, además de clasistas y elitistas, son racistas e ignorantes. Segundo, creen que porque decir que creen son mejores personas y tercero, porque dicen que son lo que son como un comodín social. Porque puta que es dificil ser cuico sin hacer y decir TODO lo que los demás conchasumadres cuicos dicen.
Porque si un cuico deja de decir-pensar-hacer lo que hacen los demás, inmediatamente es un outsider. Y eso se nota porque cuando un conchasumadre se pone de moda, todos los demás putos le prenden velas y promueven sus mierdas hasta que finalmente se aburren y eligen otro mesías, super talentososo, viajado, que es igual de hijo d eputa pero está más joven y se ha cagado a menos gente.
Obvio, hay excepciones. Pero como esta columna es mía no hablaré de ellos así que si no les gusta la pueden seguir mamando.
Gracias.
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ANNE DE GELAS & TOVE DITLEVSEN
Los niños llevaban la cara como si aún no les valiera y les restasen muchos años por crecer. Casi siempre les quedaba muy arriba y tenían que ponerse de puntillas y hacer tremendos esfuerzos para ver las imágenes del interior de los párpados. Algunos, sobre todo niñas, habían tenido que vivir la infancia de sus madres mientras la suya quedaba arrumbada en un cajón secreto. Ellas lo tenían mucho más difícil. La voz les brotaba como el pus de una herida, y al oír su sonido se espantaban tanto como cuando descubrían que alguien había leído su diario, aunque estaba guardado bajo llave entre cachivaches y juguetes viejos de la época en que llevaban la frágil cara de una pequeña de cuatro años. La cara las observaba entre las peonzas y las muñecas inválidas de ojos de vidrio inocentes y pasmados. Tenían un sueño ligero que olía a miedo. Por las noches, cuando recogían el cuarto, cazaban sus pensamientos como quien atrapa pájaros que hay que encerrar en su jaula. A veces daban con uno que no era suyo y no sabían qué hacer con él. Con las prisas, pues siempre estaban cansadas, los metían de cualquier forma detrás de un armario o entre dos libros. Pero cuando despertaban, los pensamientos de estas niñas ya no iban con sus caras, deshechas durante el sueño como máscaras de carnaval con el cartón agrietado y reblandecido por el calor del aliento. Con esfuerzo, se ponían la cara nueva como una fatalidad y al mirarse los pies se mareaban, tanto había aumentado la distancia en el transcurso de la noche.
_ Las caras,Tove Ditlevsen. Lumen, Traducción de Blanca Ortiz Ostalé
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Acuarelas - PARTE 1
Nunca había soñado con Hanji. Onyankopon solía decir que, las personas que se hacen bruma, en el inconsciente se vuelven carne. Y que allí, rebrotando de entre las grietas como margaritas, nos reencontramos. Que vienen a dejarnos un mensaje.
Le parecía injusto, entonces, que Hanji aún no se le hubiera aparecido, ni siquiera para saludarlo de lejos. Que sólo hubiese podido recordarla en pesadillas.
A veces la veía, cubierta en llamaradas rojas, cayendo y cayendo en un infinito del que no podía salvarla. El cielo azul se teñía de gris, empapado por el rastro de humo que dejaba su cuerpo, y él estiraba la mano, inútilmente, por las ventanillas del avión, como si eso sólo hubiera alcanzado.
Había otras noches, las más terribles, en las que las muertes se suscitaban: una tras otra, otra tras una. Las escenas se repetían, — como si de un ciclo eterno se tratase. Como si cada átomo de imagen hubiese quedado grabado tras las retinas, y al caer dormido alguien palpara esos rincones del alma que todavía ardían. Podía escuchar los desgarros de dolor en los tímpanos, los pedidos de auxilio estrujándole el corazón. Él también gritaba, lloraba, hacía fuerzas para respirar, pero los sonidos se le atascaban en las cuerdas vocales. Sólo salían en sollozos recortados cuando despertaba en su habitación.
–Ey. – Onyankopon lo sacude ahora, cuidadoso de no sobresaltarlo. Solía dormir en el cuarto de al lado, por si los alaridos y el sufrimiento se volvían demasiado, y hacía falta atenderlos o calmarlos.
Levi se restriega los ojos, y reconoce la humedad en sus mejillas de inmediato. Las lágrimas se desdibujan hasta las comisuras de sus labios, allí donde se pierden, como el cauce del río que desemboca en el mar.
–Mierda. – escupe entre dientes, y se estira para tomar del vaso de agua en su mesa de luz. – Es ese sueño de nuevo.
Onyankopon asiente. Ya lo sabe. En los tres años que lleva viviendo con Levi, ha llegado a conocerlo como quien conoce a su hermano. Está seguro de que el té le gusta a secas; sin azúcar, sin miel, a lo sumo con limón. Está al tanto, también, de cómo limpiar para no llevarse un coscorrón.
–Es Hanji, ¿no? – pregunta, aunque ya se ve venir la respuesta, y Levi no se lo dice. Esta vez, la tomaba de las mangas para tratar de detenerla. Y entonces, justo cuando creía que iba a hacerlo, que por fin iba a cambiar ese desenlace fatídico, atravesaba la tela de su camisa como si fuera aire.
–Llegué muy tarde. – susurra, casi inaudible. Tiene los músculos tiesos, entumecidos de la angustia. La mirada inconexa, perdida en algún punto del empapelado en la pared. Afuera, cerca de la playa, una tormenta repiquetea en las ventanas, salpica los vidrios con motas gordas.
–Tranquilo. – le asegura Onyankopon, sonriéndole desde la silla de junto al colchón. Registra, porque siempre ha sido un hombre de percepción, que las pesadillas florecen más en los días de lluvia; casi con la misma fuerza con la que suelen alzarse los tallos de entre la tierra. Se convence, porque otra opción no le queda, que los truenos deben de recordarle a Levi, tanto como le recuerdan a él, a los estruendos horrorosos de ese día. Tiene sentido, al fin y al cabo, se explica. Cada estallido es la pisada de otro titán que se acerca. Cada crujir, es el último suspiro de un alma nueva. – Vayamos a la cocina.
Levi lo contempla un segundo, sin ánimos de hablar o moverse. Todavía puede sentir a Hanji; diluyéndose a cuentagotas de entre sus dedos. Piensa que, si estuviera aquí, ella sabría qué hacer para apaciguar sus miedos. Adormecería los gritos con caricias suaves; le besaría el pelo, la frente, el espacio entre las cejas, y lo arrullaría con dulzura. Lo arroparía, firme entre sus brazos, y recitaría palabras de cuna para hacerlo soñar bonito.
–Está bien. – suspira, entonces, y, como puede, se incorpora sobre la cama. Lo cierto es que le duelen los huesos, aún lastimados por los años. Que le duele el pecho. Que le duelen ausencias. Que le duele todo. – Ya sabes dónde está el té.
Los viernes, Jean viene a casa a visitarlo. A veces, Armin es quien lo acompaña; otras son Connie, o Pieck, o Reiner.
Onyankopon prepara una merienda abundante para dos; bizcochos de avena y limón con un té apenas dulce. También se ocupa de dejar bien cortado el césped del patio; justo allí donde ambos se sientan a pintar por un rato.
Hace ya dos años que Jean enseña a Levi lo que sea que sabe de arte. Al principio, había sido Moblit, hacía ya mucho tiempo atrás. Luego él, después de la guerra y por pedido suyo, había decidido seguir y tomar el mando.
Era naturalmente bueno para pintar, Levi, decía Jean. Había comenzado con bosquejos desprolijos en un cuaderno, cuando las reuniones de Erwin lo aburrían más de la cuenta. En cambio, ahora, las líneas finas y garabatos acababan por transformarse en retratos reconocibles y concretos que decoraban la casa. Mike, Isabel, Farlan, Kuchel, Petra; todos tenían algún lugar. Todos sonreían detrás de los marcos.
–Algún día tengo que enseñarle a pintar con acuarelas. – insiste Jean, mordiendo el dorso del pincel, casi pensativo, antes de volver a remojarlo.
Levi chasquea la lengua, y lo mira durante una fracción de segundo. Lleva meses insistiendo con que no lo traten con honoríficos, o de “usted”, por lo menos, pero, realmente, no va a ensañárselas con eso ahora. En su lienzo, la figura de Hanji vuelve a aparecerse de entre las sombras, y, cree, entonces, que eso requiere de toda su atención. Incluso más que como puedan llamarlo o no los niños.
–De acuerdo. – acepta, al fin y al cabo, como quien no quiere la cosa, y su pincel se detiene un momento. Lo cierto es que la ha pintado ya demasiadas veces— más de las que uno es capaz de contar. Y es que tal vez Hanji no se le presente en sueños, pero puede verla en cada parpadeo, grabarla en cada exhalación y latido. Está igual de bella que cuando la perdió; allí, enmascarada en témperas. Tiene el cabello desprolijo, arremolinado en el viento. Su boca está torcida en una sonrisa a medias que apenas le achina los ojos.
Si quisiera, piensa, podría pintarla, también, incluso hasta con la vista ciega. Siendo sincero, la ha inmortalizado ya en su memoria demasiadas noches, cuando aún podía dormir a su lado. Sus manos, las yemas de sus dedos, han recorrido cada uno de sus recovecos; suave, cuidadosamente. Han atrapado bajo sus palmas el lunar junto a sus labios, — la expresión en sus pupilas—, cada minucioso retazo de ella.
–Dicen que pintar con acuarelas, es aprender el arte de dejar ir. – cuenta Jean, después de un rato en silencio. Afuera, en el claro en el jardín, la brisa cálida remueve las hojas de los árboles en un arrullo suave. Permite que el sol atraviese las copas verdes y frondosas, y los envuelva en un manto de ocres y dorados. – Creo que podría hacerle mucho bien, ¿sabe, Capitán?
Levi inspira hondo un segundo. No está muy seguro de quién pudo haber dicho eso, o con qué motivo habría sido, pero no va a ponerse a discutirlo ahora. Cuando comenzó a pintar, acababa de subir a la superficie, luego de años de ser preso de los subsuelos. Flores, las tazas bellas que veía en el mercado, había descubierto que, dibujando, comprendía mucho mejor el mundo que lo rodeaba. Que podía volver inmortal todo aquello que hiciera que su corazón saltara de alegría.
Los retratos llegaron después, con el correr de los meses, o de los años. Por alguna razón, Hanji era quien más se le desparramaba de entre las manos y volcaba en el papel. Había algo espontáneo en ella, — algo fugaz y efímero— que lo hacía querer pintarla, casi de manera inevitable. Tal vez, piensa ahora, era su risa. Alocada, terca, suelta y rebelde. Tal vez, también, era su esencia, — algo salvaje y arrollador, imposible de capturar por mucho tiempo.
Se echa hacia atrás, y, con nostalgia, contempla su trabajo casi terminado en el lienzo. Ahora que la ve, un sentimiento parecido a la angustia le hace agujeros en el pecho, — se le instala en el medio del corazón. Quisiera, por un momento nada más, que pintarla no le trajera este sufrimiento agigantado. Que tenerla de vuelta, aunque sólo fuera en recuerdos, lo hiciera sonreír, y no lo llenara de culpas pesadas, o de miedos infundados.
–Está bien. – contesta, entonces, y Jean lo mira esperanzado. Tiene que admitir que siente a Hanji en la frescura de las olas; entusiastas, e indomables. Que la ve en los cielos morados, o que puede acariciarla en el vaivén de los vientos. Lo que no puede, porque el alma aún le arde, es mencionarla delante de Gabi o de Falco. Soñarla sin despertar empapado de sudor.
“Pintar con acuarelas, es aprender el arte de dejar ir.”, las palabras de Jean resuenan en su cabeza, y se vuelve a verlo, alejándose del cuadro. Quiere que pensar en Hanji no lo ahogue en un dolor venenoso, que lo corroa por dentro. Que las pesadillas punzantes sean fantasías de algodón, livianas, en las que se reencuentran y pueden abrazarse de nuevo.
–Está bien. – repite, con la voz algo ronca, y Jean le sonríe. – Enséñame a pintar con acuarelas.
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Observé esos ojos que tanto amaba y en su reflejo mi corazón rompiéndose en pedacitos. Sentí como si fueran fragmentos de vidrio desgarrando mi piel, salvo que el dolor me atravesaba muy dentro, dejando cicatrices invisibles a su paso. Una lágrima rodó por mi rostro y él se fue.
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# 𝗔𝗥𝗕𝗢𝗟 𝗗𝗘 𝗟𝗢𝗦 𝗗𝗘𝗦𝗘𝗢𝗦
las luminiscencias captaron la atención del surcoreano, y se podía evidenciar en ese mentón que se eleva y la sonrisa amplia que se forma en sus fauces, mientras estudia recipientes de vidrios con lo que simulan ser estrellas enclaustradas. ' ¿se supone que esto se carga de nuestros deseos o es sólo una metáfora? ' pregunta al primer interlocutor que reconoce cerca, reconoce que debe ser sentido figurado, pero no por ello deja de llamar su atención. diestra sostiene botella de agua que mece a medida que camina, distraído, hasta que se detiene en una. ' ¿esa tiene una luz quemada? ' entrecierra sus ojos, apuntando con su índice el frasco aludido.
#when u tried your best but u don't succeed...#ahr lyney por aquí un gustín#dejo esto y me voy a ver más starters 🌷#actualización: si le dieron like pueden seguir contestando!
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Okay no se si a alguien se le ocurrió, pero UN ESCENARIO CON ENZO EN UN ELEVADOR
Sería el peak de la literatura 🚬
Parte I ♡ Kinktober, Día 23: Mirror Sex
-Callada- repite Enzo y retoma el movimiento rítmico de sus caderas. Mantiene su mano sobre tu boca para impedir que tus gemidos sean audibles, pero el ángulo de la penetración y el tamaño de su miembro hacen que reprimir cualquier sonido sea prácticamente imposible-. ¿Qué querés? ¿Que te escuchen?
Estás segura -por la fuerza de sus embestidas y la oscuridad en su mirada- de que él sí quiere que escuchen. Negás frenéticamente y cerrás los ojos, incapaz de tolerar la sobre estimulación (por no mencionar el contraste entre el calor emanando de su cuerpo y la fría pared contra tu espalda) y la intensidad con la que te observa.
Claramente no le gusta. Golpea tu mejilla para llamar tu atención y que lo mires.
Sujeta tu rostro entre sus dedos, presionando hasta que tus labios se fruncen en una mueca, sin ofrecer una advertencia o explicación alguna antes de escupir en tu boca. Un poco de saliva cae sobre tu mentón y corre por tu piel, deslizándose por tu cuerpo hasta dejar un rastro húmedo entre tus pechos.
-Tragá- ordena. Obedecés sin romper el contacto visual y él te sonríe, como si estuvieran compartiendo un momento tierno, antes de agregar:- Qué putita que sos.
Detiene sus movimientos, ignorando tus protestas mientras murmura algo entre dientes, para luego bajarte (cuando te suelta sus uñas rozan tu piel de una forma exquisitamente dolorosa) y guiarte hacia el espejo. Su miembro, húmedo con la mezcla de su excitación y la tuya, deja un rastro brillante en los sitios donde entra en contacto con tu cuerpo.
Cuando presiona tu rostro contra el vidrio no objetás, lo dejás manipular tu cuerpo y disfrutás el proceso: su respiración rápida resonando entre las paredes del ascensor, la manera en que sujeta tu cadera para posicionarte como quiere, sus dedos dejando ese rastro de dolor. Desliza su punta entre tus pliegues y vuelve a enterrarse con una sola estocada que te deja sin respiración.
Gemís sin importarte que puedan oírlos y recostás tu frente en el espejo. No estás segura de si resulta más adictivo el placer, el sonido de su cuerpo colisionando con el tuyo, la forma en que te llena por completo o sus suspiros y las palabras entrecortadas que brotan de sus labios.
-Mirate- ordena con voz ronca-. Mirá cómo estás, dale.
La imagen que te devuelve el espejo es pornográfica, pensás, pero el término no basta para describirla. Tus pupilas dilatadas, tus ojos nublados por las lágrimas, tus párpados luchando para cerrarse con cada nueva embestida, la hinchazón de tus labios como consecuencia de sus besos y mordidas. El sudor hace brillar tu piel, también la de Enzo, pero no parece importarles.
Cuando bajás la mirada podés ver tus muslos brillando por los fluidos de ambos y un hilo traslúcido que cae desde tu entrada. Tus paredes se contraen y hacen gemir a Enzo, provocando que redoble el ritmo de sus movimientos. Estás a punto de suplicarle, rogarle que te llene de una vez, pero te interrumpen sus acciones.
Sujeta tus brazos en tu espalda y rodea tu cuello con su mano: la posición expone tus pechos, que no dejan de moverse por la brutalidad de sus movimientos, profundiza la penetración y te lleva hacia el borde de otro orgasmo. Mantenés la mirada fija sobre el reflejo, hipnotizada por las venas en su mano, por su expresión de éxtasis y el poder prácticamente tangible que tiene sobre vos.
Silencia tus gemidos capturando tus labios en un beso húmedo y sonoro, gime en tu boca, evidenciando su desesperación en sus movimientos. Cuando rompe el beso y jadea, con el ceño fruncido y sus dedos contrayéndose sobre tu cuello, un segundo orgasmo sacude tu cuerpo.
La sensación de su liberación salpicando tu interior te hace llorar y él te sujeta en una especie de abrazo, cubriendo tus pechos con su brazo e ignorando que también sollozás por la estimulación que provoca sobre tus pezones erectos. Deposita algunos besos en tu cabello, en tu sien, en tu mejilla y uno en tu boca.
-¿Estás bien?- pregunta en un susurro y asentís. Las lágrimas en tus ojos brillan bajo la luz blanca-. ¿Querés que la saque...?
-Tenés que hacerlo- contestás con un hilo de voz-. En cualquier momento pueden...
Suspira, frustrado por tener que interrumpir el momento, antes de dirigir una mirada hacia el techo.
-Tenés razón- vuelve a besar tu mejilla y se desliza fuera de tu interior. Las pulsaciones de tus paredes provocan que una cantidad considerable de su semen escape de tu entrada. Enzo observa el suelo manchado de blanco con una sonrisa-. Igual seguro escucharon todo...
Golpeás su pecho y suelta una carcajada. No entedés cómo puede estar tan relajado.
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* VACACIONES: CIERRE DE ACTIVIDAD.
Un auto negro, de vidrios polarizados que reflejaban el cielo soleado de Berna, se deslizó por las tranquillas calles de la ciudad. La brisa suave de fin de verano, acariciaba el rostro de los transeúntes que aún estaban disfrutando los vestigios del Artifest. Quienes se cruzaban con automóvil no podían evitar mirarlo aunque fuese una sola vez. Hasta que se detuvo frente a la sede de Berna de la Academia Reverie, un edificio de prestigio, cuya arquitectura es una fascinación para locales y extranjeros.
Cuando el vehículo se detuvo, los tres pares de ojos se encontraron con la Academia Reverie, ubicada en un entorno que parecía fusionar la serenidad de la naturaleza con el esplendor académico, se alzaba como un símbolo de conocimiento y sofisticación. Su fachada principal, de piedra caliza de un tono grisáceo que reflejaba el carácter histórico de Berna, estaba adornada con grandes ventanales que permitían que la luz natural bañara el interior. Las molduras decorativas en el marco de las ventanas y las columnas corintias le daban un aire de grandeza y dignidad. La entrada principal, flanqueada por dos imponentes columnas, estaba custodiada por estatuas de mármol que representaban figuras de la mitología y el conocimiento.
Desde el interior del vehículo, una figura de porte elegante emergió con una gracia que parecía casi en cámara lenta. La mujer con cabello de rizos naturales y exuberantes, que enmarcaban su rostro anguloso y altos pómulos, descendió con un control absoluto sobre cada uno de sus movimientos. Cada paso que daba estaba cargado de una intención sutil, como si el suelo mismo se adaptara a su presencia.
Detrás de ella, los dos hombres descendieron del auto con una sincronía que sugería una coordinación que iba más allá de lo habitual. El primero, de estatura mediana, tenía una expresión reservada, casi enigmática. Sus movimientos eran deliberados y meticulosos, con una mirada que parecía abarcar el entorno con una precisión calculada. Sus ojos, ocultos tras unas gafas de sol oscuras, se movían constantemente, evaluando cada detalle de la majestuosa edificación.
A su lado, el segundo hombre, notablemente más joven y de rasgos asiáticos, parecía encarnar un contraste vibrante. Su actitud relajada y la sonrisa que nunca abandonaba su rostro daban la impresión de que el entorno no era más que un telón de fondo para su propia aventura. Su sonrisa contenida contrastaba con la solemnidad del lugar. Su andar despreocupado y su actitud de desafiante reflejaban una confianza que parecía ir contra la gravedad del momento.
Al llegar al vestíbulo de la Academia Reverie, los tres se encontraron en un espacio que combinaba la grandeza histórica con la funcionalidad moderna. El vestíbulo era amplio, con techos altos adornados con frescos que representaban escenas de erudición y descubrimiento. Las paredes estaban revestidas de paneles de madera oscura, intercalados con vitrinas que exhibían antiguos manuscritos y artefactos académicos.
La luz natural fluía a través de los enormes ventanales, creando un juego de luces y sombras en el suelo de mármol pulido. En el centro, una elegante recepción de mármol blanco estaba flanqueada por modernos asientos de cuero negro, proporcionando un contraste llamativo con el ambiente histórico. Los tres avanzaron por el vestíbulo con una confianza que parecía ajustar el espacio a su propio ritmo. La mujer lideraba con una elegancia serena, sus pasos firmes y decididos.
Llegaron a la entrada del despacho de la Mentora Superior Genevieve Laurent. La puerta del despacho estaba enmarcada por un elegante dintel de madera tallada, con una pequeña placa dorada que llevaba el nombre de la Mentora. La mujer se detuvo frente a la puerta y ajustó su postura con una precisión que parecía ser un ritual en sí mismo. Los dos hombres tomaron sus posiciones a su lado, el más joven con una sonrisa confiada y el de expresión reservada con una seriedad tallada en piedra.
La mujer miró a sus acompañantes con una mezcla de resolución y expectativa. Era evidente que el momento había llegado, y sus palabras eran el preludio de lo que estaba por comenzar. Con una voz clara y decidida, que resonó en el vestíbulo con una autoridad inconfundible, pronunció la frase que daría inicio a su misión en la Academia Reverie.
— ¿Preparados para ordenar todo este desastre?
El más joven rió por lo bajo, mientras que el otro hombre se mantuvo serio. Ella golpeó la puerta con sus nudillos.
Las palabras flotaron en el aire mientras la puerta del despacho se abría lentamente, revelando el interior de un espacio que prometía ser el escenario del cambio. La mujer, junto a sus dos acompañantes, cruzó el umbral con una determinación implacable, dispuesta a enfrentar lo que les esperaba.
OOC
¡Terminaron las vacaciones! Y con esto inicia la fase final de la evaluación en la Academia Reverie. Les aspirantes están cada vez más cerca de su graduación y cerrar esta etapa. Sin embargo, se vienen nuevos problemas, quizás un poco más grandes que los anteriores. Es momento de afianzar sus relaciones, descubrir los secretos detras el incidente de París y, mucho más importante, ¿quiénes son estas tres personas?
No hubo una evaluación durante esta actividad. Sin embargo, pueden comprobar sus puntuaciones en el siguiente enlace.
Les recordamos, además, actualizar sus puntuaciones en la sección de Discord correspondiente, ya que deberán tener sus puntos claros antes de la siguiente actividad.
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